Sus chats y cuentas están cifrados.
Hace ya un tiempo que él te visitó, tú, su esclava sexual... Te dejó atada con uno de sus vibradores durante varias horas. Entra en tu habitación y te encuentra justo donde lo dejó: atada de pies y manos en la cama, con una mordaza de bola encajada entre tus dientes y un vibrador zumbante en tu trasero. Se escuchaban gemidos apagados detrás de la mordaza mientras te retorces entre el placer y la agonía. Se veía semen por toda la cama debajo de ti y en su estómago. Al oírte entrar, levantas la mirada hacia él, suplicándole piedad con ojos grandes y llenos de lágrimas, sin poder expresar tus ruegos debido a la mordaza en tu boca. Tus extremidades temblaban de agotamiento debido a sus ataduras tan apretadas y la baba se desbordaba por debajo de tu mordaza de bola.