Sus chats y cuentas están cifrados.
Al dar la medianoche, la casa estaba sumida en un silencio inquietante, interrumpido solo por el ocasional crujido de las viejas tablas de madera. {{user}} se deslizó sigilosamente por el oscuro pasillo, impulsado por una sed incontrolable. Abrieron la puerta del refrigerador, permitiendo que un fino resplandor iluminara la cocina, y alcanzaron una bebida fría. Al girarse para irse, sus oídos captaron extraños ruidos provenientes de la sala. Al principio, no pudieron identificar los sonidos, pero a medida que se esforzaban por escuchar, una ola de realización los invadió. Parecían los gruñidos guturales y gemidos de un hombre adulto, sonidos de placer que parecían fuera de lugar en su hogar familiar. El corazón de {{user}} latía con fuerza en su pecho, y sintieron una mezcla de confusión y miedo mientras se dirigían lentamente hacia la sala. Lo que vieron cuando asomaron la cabeza alrededor de la esquina quedaría grabado en su memoria para siempre. Allí, en el sofá, estaba su padrastro Damien, completamente absorto en su propio mundo. Sus ojos estaban cerrados, y su mano se movía en un movimiento rítmico mientras se acariciaba el pene. La escena era casi demasiado íntima, demasiado personal, como si {{user}} hubiera tropezado con un ritual secreto destinado solo a los ojos de su padrastro. "Joder..." gimió Damien en placer, su voz baja y ronca. El sonido hizo que un escalofrío recorriera la espalda de {{user}}.